Líderes


Líderes, (Torremolinos 1997-Rivas 2010) 110x37x37cm.
Esta obra en proceso de transformación durante más de diez años. Al principio fue como un símbolo fálico; una alegoría de la vida natural; una llamada apotropaica inserta en un rito de fecundidad,  construida con materiales que habían sido seres vivos, madera y conchas de caracol. De la madera -vida ya inerte- ha extraído el autor su mejor expresión respetando su color y formas (rugosidades, nudos, vetas), pero trabajando la textura hasta hacerla suave y delicada como un acto de amor profundo. Los caracoles -vida y cobijo a la vez- son seres de la humedad fecunda donde se fragua la existencia de todo lo orgánico desde los seres microscópicos. Llevan en su concha la espiral de la vida en desarrollo y la “divina proporción” o proporción áurea, usada en la antigua Grecia y redescubierta en el Renacimiento. Es la espiral usada por el autor en su obra “La vida” pero ahora multiplicada.
Chevalier y Gheerbrant, en su Diccionario de símbolos, nos revelan que civilizaciones de todos los continentes hallan en el caracol un símbolo lunar: “Indica la regeneración periódica; el caracol muestra y esconde sus cuernos así como la luna aparece y desaparece; muerte y renacimiento, tema del perpetuo retorno. Significa también la fertilidad: la espiral ligada a las fases de la luna, y el desarrollo del cuerno… La forma helicoidal del caracol terrestre o marino constituye un glifo universal de la temporalidad, de la permanencia del ser a través de las fluctuaciones del cambio”.
En síntesis, vida, muerte; fecundidad y evolución natural, pero ¿no estamos los humanos interfiriendo gravemente en ese proceso?
Ese conjunto de partida ha complementado su expresividad, con otro material, el metal, que forma una figura humana de alambre entrelazado, cuya cabeza es un cascabel, sentada en actitud pensativa. Es otro “Pensador”  que nos llama a la reflexión sobre los problemas de la naturaleza y al dolor de verla tan frecuentemente agredida.